“MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES: ARQUETIPO NACIONAL”

El presente trabajo es intento de poner en valor una hipótesis sobre la construcción de poder de Güemes, teniendo como eje central la visión que el salteño sintetiza una coyuntura de transición entre las construcciones sociales y políticas del Antiguo Régimen con las formas modernas de poder y lucha. Esta perspectiva está encuadrada en una problemática historiográfica, donde la fragmentación es una constante. Este proceso se presenta ya que la Revolución de Mayo no interrumpió de forma abrupta las prácticas del Antiguo Régimen. Más bien se produjo una convivencia entre las nuevas ideas modernas y las que venían desde los tiempos coloniales, En Salta, bajo la figura de Güemes estos dos mundos se van a sintetizar.

Es importante destacar, que en términos del presente trabajo, se entiende como Antiguo Régimen a las prácticas y actores sociales que nacieron y se formaron bajo diversas identidades en los tiempos coloniales, mientras que las nuevas ideas ilustradas son aquellas que emanan, en forma general de la Revolución Francesa del siglo XVIII. 

Para comenzar a desarrollar el camino que nos hemos propuesto es fundamental presentar una reflexión acerca de la historia contemporánea y en especial, acerca de la historia contemporánea de América Latina durante el siglo XIX, cuya materia prima es lo social y lo político, que busca un aparato conceptual para entender a unas sociedades aparentemente llenas de contrasentidos. Paradoja, porque nos hallamos ante una vida social muy densa y agitada, pero que raramente alcanza a la esfera de la política, dado que ésta se halla reservada a unas élites muy restringidas. Paradoja también la de esas élites confrontadas a la omnipresencia de una política desbordante de referencias a las grandes palabras de la política moderna -el pueblo, la nación, la constitución, la ley, etcétera- pero cuyo funcionamiento concreto se aparta generalmente de esos principios

Entre ambas, es decir, entre la sociedad y la élite política, hay un vasto campo de relaciones informales, consuetudinarias, implícitas, cuyas reglas -conocidas por todos- sólo excepcionalmente son formuladas en el discurso cotidiano. Frente a esos desniveles existe la gran tentación da no considerar más que una de las dos realidades. Es decir, o uno considera a lo social y lo político se convierte entonces en algo accesorio, o uno considera exclusivamente a la vida política y entonces comienza a perderse en las delicias del juego de las élites en el curso de su competencia por el poder.

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