GESTIÓN DE “LA SECRETARíA”: UN BALANCE

Incendio en el ECA

 

 

 

Por Gastón Bandes

 

Durante la era Cornejo, la relación entre estado y cultura se vio fatalmente afectada por las políticas de ajuste presupuestario y diversas formas de represión/silenciamiento a la oposición propias de la gobernanza neoliberal. Así, “Cultura”, bajo la gestión de Diego Gareca, pasó de ministerio a secretaría, para además contar en su haber un par de desastres ya tristemente famosos: el incendio de la cúpula del ECA junto con la destrucción de algunas obras de arte allí expuestas, el derrumbe de un techo del escenario durante la fiesta de la Vendimia de Capital y la caída de una grúa en el Teatro Griego Frank Romero Day durante un ensayo de la Fiesta Nacional de la Vendimia, que puso en peligro de muerte a varixs artistas. Sumado a una rotunda falta de creatividad (el plagio del afiche de Vendimia 2019 a la gráfica de un artista filipino, por ejemplo) y el mal gusto (un homenaje pop a San Martín en gráficas callejeras que lo comparaban a Maradona), la gestión Gareca se destacó por una ideología que se pretende inclusiva pero es profundamente clasista y patriarcal en sus proyectos, evidenciada por caso en la colocación de piletas “pelopincho” en la playa de estacionamiento del centro cultural Julio Le Parc como propuesta de esparcimiento veraniego para niñxs de escasos recursos, o en el intento de presentar un libro de investigación sobre supuestos fraudes económicos efectuados por la fundación de Marita Verón, ícono de la lucha contra la trata y el femicidio, en la Feria del Libro 2017, la cual, al igual que el resto de las llevadas a cabo desde el 2016, mostró no sólo una agenda paupérrima, con escritorxs en su mayoría porteñxs de fama mediática, sin nombres de envergadura en el campo de las letras y el pensamiento, sino además stands de las tradicionales librerías mendocinas, con su clásica oferta de best-sellers y novedades mainstream y casi total ausencia de editoriales autogestivas u oriundas de otras provincias o países.

la grúa sobre el anfiteatro

Esta visión de una gestión cultural estatal como espectáculo para turistas de bodegas y mera producción de imágenes para la prensa  (por ejemplo, la circulación de fotos del propio secretario pintando la fachada de la Casona Escorihuela-Arizu “para ayudar a las costureras de la Vendimia”) lleva a despilfarros para bancar un unipersonal de John Malkovich en el Teatro Independencia (donde acompañado de la Filarmónica el actor recitaba ¡en inglés! fragmentos de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, principal propulsor de la “teoría de los dos demonios”) o la presentación, en el marco de “Música del Mundo por los Caminos del Vino”, de la banda musical de Emir Kusturika, quien se deshizo en comentarios machistas en tanto recibía de manos del -¡otra foto, otra vez!- secretario una sorpresiva torta de cumpleaños a destiempo. Mientras tanto, varios centros culturales de Mendoza, únicos lugares donde en general músicxs, actorxs, artistas audiovisuales, titiriterxs, bailarinxs, poetas y demás creadorxs locales pueden ensayar, intercambiar experiencias y mostrar sus prácticas estéticas, cerraban sus puertas: los dependientes de municipios y barriales, debido a la falta de presupuesto o a decisión directa de funcionarixs; y los “independientes” debido, si no al empobrecimiento programado por la política macrista sobre la casi total población argentina, al conjunto de disposiciones municipales que, en vez de promocionar la apertura de este tipo de emprendimientos (en muchos casos no lucrativos), los obstaculizan con requerimientos de tipo edilicio o fiscal, homologándolos a locales de expendio de bebida y comida, cuando no son clausurados a partir de denuncias por ruidos molestos. En los últimos cuatro años, simultáneamente al cierre de microcines y teatros, a los despidos y persecuciones en Radio Nacional a periodistas y locutorxs no alineadxs con la alianza UCR-Cambiemos, artistas visuales y músicxs no han dejado de quejarse en redes sociales, marchas y manifestaciones, por la carencia de espacios donde tocar y exponer. Gestos pomposos como la apertura de la Mansión Stoppel, celebrada con bombos y platillos por los medios de comunicación que reciben pauta del Ejecutivo provincial, oculta que el proyecto de restauración de ese elegante edificio (como en el caso de las del ECA y la casa Fader, llevadas a cabo a contrarreloj por trabajadrxs en condiciones de precarización alarmantes) no sólo se remonta al gobierno anterior sino además carece de un proyecto estético-crítico. Y a propósito de autobombos, tampoco Ediciones Culturales superó a gestiones anteriores en su supuestamente al fin conseguido objetivo de difundir nuestra literatura: salvo un par de rescates y publicaciones de textos ganadores (junto a unas pocas menciones) de un Premio Vendimia pagado demasiado tarde en un contexto inflacionario, otra vez la distribución falló y los libritos quedarán apenas expuestos en la pretendidamente popular biblioteca Gildo D’Accurzio, con casi nula llegada al gran público. En suma, ni la proliferación de murales que remedan la onda anarco-decolonial (y con los que de paso se impide los grafitis de protesta) en los puentes de la Costanera y otras paredes de la ciudad ni otra hartante recurrencia a artistas latinoamericanistas tipo Tejada Gómez o Guayasamín (la figura de Gastón Alfaro, a quien estaba dedicada la muestra del pintor ecuatoriano en 2018, fue descaradamente relegada a un costado del catálogo), quienes de seguro hoy se opondrían con ahínco a las políticas neoliberales a las que responde “la Secretaría”, podrán maquillar una gestión que es correlato directo de la desposesión de bienes públicos y derechos colectivos que los gobiernos de derecha están llevando a cabo aquí y allá en las últimas décadas.

 

Como coda a esta situación nefasta para lxs hacedorxs culturales mendocinxs, que no carecen del talento pero sí de la fama de las grandes figuras porteñas (lo que no impide en ocasiones censurarlas, como ocurrió recientemente con Hugo Chumbita), bastaría mencionar la insidiosa, invisible, reticular represión ejercida a diario sobre lxs artistas callejerxs: murgas, músicxs, perfómatas circenses y demás formas de expresión popular, son perseguidxs por una policía avalada por el Código Contravencional y una población que bajo su gorra fármaco-mediática sueña con una ciudad gentrificadamente aséptica, exenta de artesanxs, vendedorxs ambulantes y demás subjetividades e identidades no hegemónicas (de hecho, travestis, drags y otras corporalidades de la disidencia LGTTTBIQ+ sólo se toleran despolitizadxs, en la acotada escenografía mercantil de la “Vendimia para Todos”), en fin, sin las múltiples y diversas manifestaciones propias de un arte y una cultura ejercidas libre y espontáneamente en el espacio público.

La torta de Kusturica

 

1 thought on “GESTIÓN DE “LA SECRETARíA”: UN BALANCE

  1. Muy bueno, Gastón. Falto un párrafo de homenaje a la (inexistente) gestión de la dirección de patrimonio y su abultado álbum de fotos de eventos inútiles y mal organizados.

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