LAS VUELTAS DE LA VIDA

Patrick Boulet

Jerelaut@yahoo.com.ar

(fotos robadas de la Web)

 

Vale, y perdón por la redundancia, nuevamente la frase de Albert Camus, “la verdadera peste es el miedo”. El miedo hoy atraviesa a la sociedad y la política de por acá Se nota en las calles, detrás de las ventanas y se nota en los amplios salones del poder político. El cuidado en el decir, decidir y hacer olvida que mientras el tiempo pasa, los hospitales (y las morgues) se llenan. El horizonte es por lo menos nebuloso en cuanto a un día sin pandemia y la recuperación de la economía.

Hace mucho Walter Benjamín intentaba anotar como el nazismo había construido el odio hacía los judíos, eslavos, gitanos, y todas y todos que fuesen distintos a la inventada “raza aria “. Tiraba algunas aproximaciones.

Uno, los alemanes somos diferentes, hemos salido de algún hechizo de los Nibelungos o de Europa Nórdica, pero no somos iguales a los otros pueblos.

 Dos, los otros pueblos nos están robando, se quedan con lo que es nuestro. Como son ociosos y ladrones por naturaleza, nos sacan lo que hemos logrado con nuestro trabajo y esfuerzo.

Tres, nuestra actual desgracia, es culpa de ellos. O sea, nos va mal por culpa de otros.

Cuatro, esto nos pasa porque no hay orden, por la anarquía, el desorden.

Con estos axiomas elementales, repetidos millones de veces, se construyó un odio casi estomacal de muchas y muchos alemanes hacia el resto y sobre todo se responsabilizó a otros pueblos de la compleja situación económica, germánica de la pos- primera guerra.  Si se logra instalarlos, la justificación de cualquier cosas y Auschwitz quedan a la vuelta.

Si no hubiésemos hecho el reconocimiento al maestro Benjamín, víctima del nazismo, y cambiamos alemanes por “argentinos de bien”, cualquiera podría pensar   que estamos hablando de alguna de las muchas expresiones de la derecha enroladas en la anticuarentena, anti gobierno nacional, anti vacunas o anti bolivianos/as y paraguayos/as. Y no exageramos, “ni un tantito así”[1].

Así de preocupante la realidad argente con fotos del asesino Videla, reivindicación del 24 de marzo y odio a nuestros/as hermanas/os latinoamericanos.

Claro que este odio no ha crecido solo, ni lo trajo la cigüeña, intentaremos empezar un borrador para pensarlo y ojalá sigamos  haciéndolo para actuar, antes de que sea tarde, aclarando que no  nos alumbra ni la lucidez ni la capacidad de síntesis de Walter Benjamín.

El miedo a la pandemia y su corolario la peste de la pobreza.

Vale, y perdón por la redundancia, nuevamente la frase de Albert Camus, “la verdadera peste es el miedo”. El miedo hoy atraviesa a la sociedad y la política de por acá Se nota en las calles, detrás de las ventanas y se nota en los amplios salones del poder político. El cuidado en el decir, decidir y hacer olvida que mientras el tiempo pasa, los hospitales (y las morgues) se llenan. El horizonte es por lo menos nebuloso en cuanto a un día sin pandemia y la recuperación de la economía. Ese mismo miedo, quizás haga que la distribución de la riqueza, sea sólo una bandera de pocos, nunca una urgencia, ni siquiera un proyecto. El miedo, siempre encierra y coloca al otro, la otra  como enemigo. El pensamiento conservador de mediados del siglo XIX, hizo centro en él, pronosticando el Apocalipsis prontito, traído por los rebeldes de 1789. El nazismo los recuperaría en la fría Prusia de la segunda década del novecientos.

[1] Hasta la Victoria Siempre, Comandante.

El individualismo, conforma otro componente central. La primavera progresista que disfrutamos en el inicio del Siglo XXI, en parte de América Latina, no pudo (o no quiso) combatir el individualismo propio del modo de producción capitalista. El interés personal sobre cualquier otro,  omnipresente sólo es constitutivo de la injusticia. Es muy difícil construir una sociedad equilibrada si sólo me miro el pupo. Muchos/as de las y los manifestantes del odio, no son el sector social que peor la pasa hoy, sin embargo,  por sus destemplados gritos pareciera que sí. Al pensar que es más importante mi derecho a especular con el dólar, viajar o tomar un trago en un bar cheto que la alimentación o la vida de otra/otro,  naufraga el proyecto colectivo . El capitalismo siempre tuvo eso, pero en las crisis se extrema.

El odio al otro como proyección le va agregando condimentos al caldo. Evasores de impuestos, violadores seriales de leyes, tramposos en su vida privada, o sea la frustración misma, se han ido autoconvenciendo decque la culpa de todo la tienen los paraguayos, bolivianos y las “negras choriplaneras”. O sea, su propio fracaso económico y afectivo es culpa de otros, eso tranquiliza y justifica. El espejo es siempre muy duro, pero la psiquis primero y el sentido común construido luego, siempre nos permite encontrar culpables. El odio social, no es un proceso político simple, en el primer peronismo se convirtió en un factor del golpe de 1955, justificó las dictaduras genocidas que vinieron luego y siempre alimentó como factor de diferencia a la cultura de amplios sectores medios de nuestra tierra. El “negros de mierda”, dice, sobre todo, “no soy como ellos”.

Otro recuerdo de los campos de concentración es la sistemática y goebbeliana construcción de un enemigo despreciable por parte de los sectores dominantes y sus gigantes aparatos de construcción de sentidos. Es conocida la anécdota de cómo los alemanes se convencieron que los judíos torturaban a las niñas y niños, se habían robado todo el oro del imperio prusiano y eran usureros por genética partir de la sistemática propaganda nazi. La gigantesca campaña de demonización de Cristina Kirchner y sus funcionarios parece cómica si no fuera porque al menos medio país la cree. La banda de evasores del fisco y violadores seriales de  leyes que le impidieron a Lázaro Báez ingresar a su casa, por ladrón, es quizás la imagen culminante de eso. Parecería una peli de los Monty Python si no fuera una tragedia.

Un dato más para este borrador inicial y claramente incompleto, es la ausencia de grandes relatos populares que puedan enamorar a sujetos y sujetas tan “individuos”. Como decía hace mucho Moris en un himno del rock argento, “el comunismo resultó complicado”[1] y el peronismo si bien ha avanzado en la justicia social mucho más que sus oponentes, no ha logrado una distribución del ingreso medianamente justa. Los pobres han seguido siendo pobres y sus avances en ingreso y derechos en el proceso 2003-2015 fueron disminuidos por la contraofensiva conservadora del 2015-2019. Los ricos, muchos de ellos enriquecidos con el crecimiento capitalista de la época kirchnerista, no han cedido un palmo de sus privilegios. Por lo cual la tortilla sigue cayendo para el mismo lado.

Sin duda esto sigue, hay mucho para pensar y actuar. Y no subestimar la historia.

[1] “Pato trabaja en una carnicería “, Moris.

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