LA MENDOCINIDAD Y LOS MITOS. HISTORIOGRAFÍA, MEMORIAS Y UN (RE) PENSARNOS

 

Por Lic. Sergio Eschler

Introducción:
La Historia, al suceder al relato mítico, aspiró a un conocimiento más exacto y objetivo del que aquél ofrecía. Pero no dejó de cumplir aquella función de proporcionar estabilidad y seguridad a las sociedades. Lo cual conseguía, y en buena medida sigue consiguiendo hoy, por medio de la creación de identidad y la provisión o suministro de autoestima. Identidad, porque conecta nuestro ser individual con otro, colectivo, al que el relato presenta como dotado de continuidad y coherencia, con una vida que trasciende con mucho la nuestra, frágil y finita. Y autoestima, por las hazañas y virtudes que atribuye a esos antepasados; hazañas que son portentosas, como las virtudes son inigualables, en las formulaciones plenamente míticas. 
¿Existen mitos que representan a los mendocinos? Este articulo desglosa algunas perspectivas sobre estos debates. 

El presente artículo parte desde la inquietud de responder a algunos interrogantes que emergieron en mis pensamientos luego de algunos procesos actuales ocurridos en la provincia y que tienen como eje la mendocinidad y la construcción historiográfica generada desde esa perspectiva propia de cuyanía. La observación de los fenómenos, políticos, sociales y culturales que trajo aparejado la resistencia de los mendocinos y mendocinas a la modificación de la ley 7722 dispararon una serie de preguntas sobre las memorias de nuestra localía. Tal vez estas líneas están inmersas en lo que Sara Prades Plaza en su estudio: El pasado presente: reflexiones sobre el actual contexto historiográfico denomina historia del presentismo, pero no quería dejar de señalar los cuestionamiento que surgieron desde aquellos hechos.

Existe una mitología nacional, como han expuesto historiadores de variadas tradiciones historiográficas como Luciano di Privitellio y Felipe Pigna (tema que vamos a desarrollar en las próximas líneas). Me preguntaba ¿hay una mitología mendocina? Si existe ¿quién la construyó y por qué? ¿La vendimia es un mito o un producto turístico? Personajes míticos de nuestra historia local ¿están legitimados socialmente? ¿Se construyó una mitología entorno alguna generación histórica en Mendoza? La 7722 y las luchas por mantenerla ¿responden a algún mito fundacional?, ¿la historiografía mendocina canalizó algún mito? ¿Los ciudadanos de Mendoza son conservadores? Mito por excelencia dentro de nuestros discursos. ¿Por qué cuesta tanto escolarizar la historia local? Si bien es difícil dar una respuesta homogénea y transversal a todo esos interrogantes, me parece que tienen un matriz que nos puede ayudar a entender nuestra idiosincrasia en relación a la construcción de una memoria que necesita ser repensada.

Llamamos mito a un relato fundacional (M. Eliade), que describe “la actuación ejemplar de unos personajes extraordinarios en un tiempo memorable y lejano” (García Gual). El mito versa sobre las hazañas y penalidades de unos héroes y mártires que son los padres de nuestro linaje. Su conducta encarna los valores que deben regir de manera imperecedera nuestra comunidad. No es historia, claro, porque no se basa en hechos documentados. Pero de ningún modo es un mero relato de ficción, al servicio del entretenimiento, pese a que su belleza formal también pueda hacerle cumplir esa función. Responde, por el contrario, a una pregunta existencial (Lévi-Strauss): narra la creación del mundo, el origen de la vida o la explicación de la muerte. Está basado en oposiciones binarias: bien/mal, dioses/hombres, vida/muerte. Expresa deseos —que el héroe intenta llevar a la práctica—, perversiones y temores —encarnados en monstruos—, e intenta reconciliar esos polos opuestos para paliar nuestra angustia. El mito es, en términos del psicólogo Rollo May, un “asidero existencial”, algo que explica el sentido de la vida y de la muerte. No es, en modo alguno, inocuo. Está cargado de símbolos, de palabras y acciones llenas de significado. Y tiene gran interés, como cualquier antropólogo sabe, para entender las sociedades humanas.

En el libro Glosario para el estudio de la Historia Contemporánea. Una aproximación analítica y comparada, el historiador Cristian Buchrucker y su equipo realizan una excelente tipificación sobre el mito sociopolítico.  Dicha clasificación tiene como matriz a las tensiones entre adversarios y enemigos. En esas disputas se producen construcciones ideológicas en donde juegan un gran rol lo relatos que entrelazan el pasado con el presente. Estas construcciones se presentan como prueba, cuando resultan auxiliados por falsificaciones documentadas, dejando residuos historiográficos. Bajo estos postulados se define al mito sociopolítico como relatos que distorsionan el pasado con un grado de  realidad empírica, continúan hasta el presente y pretenden ser indiscutibles fuentes de legitimidad de ciertas conductas.

Los mitos de orden por un lado, y los mitos del desorden por otro profundizan la tipificación. A los primeros los definen como jerárquicos,  donde definen lo que es justo en nombre de la voluntad de Dios y las leyes de la naturaleza. En contrapartida, los segundos son identificados como amenazas para ese orden, aunque viven en el seno de la sociedad considerada justa. Brujas, Judíos, herejes, masones han jugado un rol destacado en la construcción del mito del desorden como enemigo interno. La estigmatización de estos grupos, son una importante variable de acumulación política sin mayor esfuerzo para dirigentes que se legitiman en los grupos de mitos del orden. Es importante este análisis, porque marca cierta universalidad de los mitos y propone a la Iglesia como un gran constructor de mitología, la crítica a esa construcción es fundamental, para entender contemporaneidad.

En el mundo contemporáneo, el posterior a las revoluciones liberal-democráticas, el sujeto de la soberanía por excelencia ha sido la nación. Consecuentemente, los libros de Historia se han reorientado para hacerlos girar en torno al sujeto nacional. Porque los Estados hoy existentes se consideran encarnación de esa nación o comunidad ideal y, para legitimarse, proyectan hacia atrás la existencia de aquella mucho más de lo que una mente crítica aceptaría.

El historiador Felipe Pigna desarrolla varios ejemplares de Los Mitos de la Historia Argentina que cultivaron a miles de lectores, transformándose en un éxito editorial, sacralizando procesos y personajes. Sin embargo en la historiografía de Mendoza los mitos están atrapados en construcciones académicas rigurosas que demuestran destrezas de los cientistas, pero poca llegada al ciudadano común que mira al 2 de marzo, fecha de la usurpación de los europeos a las tierras de nuestros pueblos originarios para “encomendarlos”, como algo extraño, lejano y desconocido.

Ante este panorama, una medida de prudencia que parece razonable recomendar es un cierto grado de distanciamiento, e incluso de ironía, en relación con los temas identitarios. Frente a la sacralización de las identidades, seamos capaces de sonreír ante la ingenuidad de nuestros mitos. El sentido histórico, la comprensión de lo que fue el pasado, exige que nos distanciemos de él. Frente a la tendencia, tan propia de la era nacional, usar el posesivo plural –“nuestro” pasado, “nuestra” época de esplendor, “nuestra” decadencia–, es bueno recordar la inspirada primera frase de Leslie P. Hartley en su novela The Go-Between: “el pasado es un territorio extranjero, ajeno, extraño a nosotros; no es “nuestro”.

No parece posible terminar estas líneas sino reafirmando tajantemente el ideal ilustrado de utilizar la razón en nuestros intentos de conocer el mundo que nos rodea; en este caso, el pasado. Lo cual significa ratificar la línea que separa a la Historia de los mitos y leyendas, ya que una de las consecuencias de la aspiración científica de la Historia es la exigencia de descartar sin piedad cualquier dato no fundamentado. Pero la propuesta de hacer una Historia libre de residuos míticos de ningún modo debe llevarnos a dejar de prestar atención a los mitos y leyendas. Que los mitos carecen de la mínima credibilidad o fundamentación empírica es algo que está fuera de duda. Pero no basta con certificar su falsedad. Si han pervivido a lo largo de tantos siglos, alguna función cumplen. Estudiemos su lugar y comprendamos su función. Pero sin creer en ellos ni, mucho menos, dejarnos tiranizar por ellos.

Infiero que tomando estas medidas sobre lo que se escribe, varios de los interrogantes del segundo párrafo de este trabajo, tendrán algunos ensayos de respuestas. Otras cuestiones a resolver son las relacionadas a la construcción y difusión de las historias locales, las políticas estatales de romper con el monopolio centralista que hoy impera en la historiografía regional. Los invito a reflexionar sobre la mendocinidad bajo esta perspectiva y determinar si somos o no conservadores, por ejemplo. La falta de mitos y leyendas fundacionales son un obstáculo a re pensarnos desde otros horizontes.

 Referencias bibliográficas

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