Por Rafael Moyano
Senador provincial
Frente de Todos Mendoza
El presente del peronismo mendocino está atravesado por una serie de contradicciones que se convierten en auténticos condicionamientos y hasta obstáculos que le impiden asumir el rol histórico que el presente le depara y el pueblo le demanda : el único espacio político mendocino capaz de ser el cambio necesario e inevitable que se avecina en el ocaso de un gobierno radical-PRO en decadencia, al que una confesión mediática de un pastor electrónico desenmascaró una gestión más ocupada en los vueltos de la política que en la vida de los mendocinos.
Sucede que el pasado reciente del peronismo mendocino puede ser reducido a la idea que nunca encontró su lugar después del “desenganche político” de diciembre de 2019. Cuando Alberto Fernandez y Cristina Kirchner asumieron la Presidencia y Vice del país, en Mendoza la UCR-PRO logró reelegir su gestión y entonces debimos ser primera fuerza opositora en la provincia y parte de un proyecto federal del oficialismo nacional. Esta identidad compuesta no pudo ser y nuestro primer desafío debe ser debatir el porqué. Algunas respuestas nos pueden guiar y mostrar el camino para construir la unidad necesaria pero no suficiente para poder retomar la provincia para todos los mendocinos y mendocinas.
La verdad es que todo se volvió más complicado para los miles de militantes y dirigentes que formamos el peronismo local, espacio político que supo dar a los mendocinos y mendocinas grandes gestiones que fueron reconocidas en elecciones sucesivas desde 1987 hasta 2011 inclusive cuando Celso Jaque le paso la banda a Paco Perez, gobierno que fuera objeto y sujeto de lo que empezaba a asomar en la Argentina y en Mendoza, la “grieta interna” del poder en el peronismo cuyos episodios se sucederían cada vez más intensos y regulares conduciendo luego de la derrota nacional de 2015, a una dispersión que llevó incluso a un cambio de identidad electoral como fue el espacio de Unidad Ciudadana en algunas partes del país.
En Mendoza, la llegada al poder de Alfredo Cornejo y su manejo del poder colonizando los diversos espacios del poder político, judicial, económico y social impactó en una organización política (el peronismo mendocino) que arrastraba una relación debilitada con la sociedad, producto de su no auto reconocida crisis generada por algunas gestiones de intendentes peronistas que, de minimo, estaban reñidas con la ética pública que debe guiar a los que invierten los fondos públicos en el desarrollo con inclusión social, en vez de hacerlo en desarrollo personal con inclusión familiar. Al mismo tiempo, las gestiones peronistas locales que sobrevivieron al tsunami radical decidieron auto protegerse, localizando sus procesos políticos, haciéndolos autónomos del proceso provincial y a veces del nacional inclusive, estrategia que resultó en un debilitamiento electoral y político, incluso perdiendo algunas intendencias históricas.
Sin el ánimo de repartir culpas personalizadas ni sectoriales, lo cierto es que debemos reconocer TODOS que asumimos conductas erráticas y a veces hasta de fuga de la realidad política inclusive:
Fragmentaciones localistas en una sociedad cada día más interconectada; prontos y urgentes acuerdos con un radicalismo que intentó crear un nuevo orden neoconservador en lo político y neoliberal en lo económico; un proceso de desvinculación con sectores de la sociedad primero y luego con propios compañeros y compañeras que emigraron a otros espacios políticos; la desmovilización de ser peronista urbano y rural, porque un día se impuso la idea que las militancias locales no eran parte de la comunidad organizada, sino que pertenecían al “aparato peronista clientelista” y por tanto fueron “corridas” hacia los márgenes. Tarde descubrimos que esto era solo una trampa del establishment para desarmar la comunidad organizada en su articulación con el estado de bienestar que tanto necesitamos hoy; nos fuimos también hacia una representación política bastante parcializada (en la renovación juvenil o en personalismos redentores de causas nacionales) que nos llevó a una mimetización simbólica con figuras y espacios nacionales, esto ocultó y ensombreció los liderazgos locales detrás de las figuras nacionales que estaban bajo un proceso de desgaste.