UNA SEMANA EN EL “ANARCOCAPITALISMO”

Crónica de una semana agitada

Por Rodrigo Aguilar

 

El lunes 12 de junio de 2023 la sociedad argentina pareció entrar en lo que las nuevas formas del lenguaje llaman la sociedad distópica, para entender ese lenguaje debemos pensar que los hechos han tomado una dirección que no era imaginada o predicha por el análisis lógico de las fuerzas sociales y sus ideologías en pugna para dar sentido, las lógicas “normales”. Es decir, las cosas no están en su lugar, o en el lugar que el pensamiento tenía reservada para ellas.

La pregunta que se impone es si esto es el producto de un cambio inesperado, imprevisto e inclasificable de las relaciones sociales; o, por el contrario, estamos en presencia de los resultados de procesos sociales profundos y ocultados en los medios de información y desinformación; y cuyas dinámicas se gestaron en los acelerados tiempos actuales de una sociedad que ya es tan liquida que se escapa entre las comprensiones y las manos.

El triunfo de Milei debe ser analizado en primer lugar desde su realidad más concreta, la de las partes interesadas que están maniobrando la marioneta política que son los candidatos de derecha, ultraderecha o neoconservadores, póngale el rótulo que más le interese a usted, y que parecen haber encontrado en Milei el instrumento para apoderarse de la soberanía monetaria argentina definitivamente y descargar el ajuste soñado que entregue la riqueza argentina, humana y material, a los dueños de todas las cosas.

La estampida del dólar el día lunes (virtual el mismo domingo), acompañada por el sinceramiento devaluatorio de Massa que no tuvo más remedio que ceder a la extorsión de los gerentes políticos (FMI) del capitalismo transnacional financiero; fue acompañada de aumentos en todos los precios de productos básicos de un 30 %, un auténtico afano a las ya escasa billeteras de los argentinos de a pie.  Productos básicos se hicieron inalcanzables de un día el otro, escenas de tristeza e impotencia recorrieron el espinel popular, donde solo es posible preguntarse por los próximos días de alimentos y energía en una perspectiva cortoplacista aterradora que es más dramática aún cuando más bajo es el sector social involucrado.

Ante escenario, el gobierno debió enfrentar la situación con un ministro de economía derrotado en las elecciones internas abiertas por un lunático de ultraderecha. Promesas de aumentos de sueldo y prestaciones sociales que pronto llegarían, no alcanzaron a frenar la salida de   los fantasmas del saqueo y el pillaje por comida, algo que, por cierto, no es nuevo en una sociedad con crisis regulares de este tipo.

Desde la política podemos agregar la sorpresa (?), de que detrás de la peluca de Milei asomo el mismísimo Macri, resucitado por anotarse los triunfos de Jorge Macri en CABA, Bullrich en la interna de Cambiemos y claro, el que parece el preferido a estas horas, el vástago Milei que ya le propuso un cargo de representación internacional de primera línea al ex presidente que endeudo a la Argentina como nunca antes y dejo el clavo impunemente ante la inacción del gobierno de Alberto Fernández. Este último pareció más preocupado en surfear los shocks de la pandemia, guerra, internas, con aciertos y errores insólitos, más el zigzagueo y titubeo en representar a los trabajadores y sectores populares; como lo indicara AMLO, el presidente mexicano esta misma semana.

Parece que la mesa está servida para el “anarcocapitalismo”, este eufemismo para denominar con artificios novedosas y atractivos, el viejo depredador de vidas que alguna vez tomo el nombre propio de Cavallo, Macri  o Martínez de Hoz y que confiscó ahorros, destruyo monedas, planificó la miseria e incluso llegó al terrorismo de Estado y genocidio para disciplinar al pueblo sometido. Esta vez la maniobra consiste, al igual que en antiguas ediciones, con parar la inflación que destruye todo. Poner “dólares” que no puedan inflacionar y traigan la paz de los cementerios, a cambio de la entrega de las riquezas de los argentinos y argentinas.  Esta medida que en   Ecuador cumplió 23 años, ha consolidado y aumentado la desigualdad en ese país, que ya cuenta con un 70 % de la población bajo la línea de la pobreza. Eso sí, es “competitivo” a las miradas del poder, como no lo sería si la escasa mano de obra ocupada en generar riqueza para fugar, tiene salarios en dólares paupérrimos y se abren paraísos para el narcotráfico que se convierte en un actor paraestatal de primera línea.

Mientras tanto, en la sociedad política de a pie, la célebre grieta a mutado de forma. Al complejo reaccionario y conservador de Cambiemos se le sumó la  metamorfosis protagonizada por el variopinto conglomerado que adhiere a los postulados lunáticos y mediáticos de Milei: desde votos castigo al sistema político, entusiastas anti derechos que celebran su propio funeral de oportunidades (como en educación y salud) y los desprevenidos jóvenes que lo  identificaron como un líder contestario y rebelde, al único que les habló sobre libertad, sueños de progreso, quemar bancos y otras yerbas. Al otro lado del rio, en el campo nacional y popular, el debate endogámico entre dirigentes y la perplejidad y el miedo que la situación genera conforman un bloque político invertebrado y descabezado, que en una actitud zombie intenta recomponer y enhebrar una narrativa capaz de sumar los pocos votos que le faltan para entrar en un hipotético balotaje que terminaría de catalizar una colisión social de ideas y proyectos de sociedad nunca vista.

Dos ideas para el final que son casi deseos frente a lo que se presenta como caos. La primera es que la violencia política no siga brotando. El intento de asesinato de la vicepresidenta y su posterior olvido son responsabilidad política de los siniestros de siempre, y continuó con la muerte en el marco de la represión estatal de Larreta de un manifestante pacífico en el centro de la Argentina, el obelisco, a plena luz del día y el encubrimiento mediático bochornoso que le siguió.

La segunda es que la compasión sea entendimiento frente a la miseria que se organiza colectivamente, y por eso políticamente,  para ir a buscar alimentos a riesgo de enfrentar la represión que puede acabar con su vida. Una vida que de tan vulnerable parece ya no importar a lo hora de ir a apropiarse de la comida en eso que llaman saqueo.

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