NATURALEZA MUERTA
Acorralaron al rengo.
Relucían
sobre paisajes otoñales
de parques y praderas
los fuegos de artificio
como artilugios refulgentes
y soñaban
en su cueva el topo
en su relincho el caballo
en su sueño el pez
Era el día de la primavera.
Todos
Empujaban algo tesoneramente
cuesta arriba
cuesta abajo
y un rincón bajo el portal
a la izquierda del templo
más allá de las dunas
más acá de los rábanos
y entre los limoneros,
sin piedad ni maldad ni caridad,
por esa pobre torpeza de los simples,
con esa simple torpeza de los pobres,
con esa torpe pobreza de los simples,
acorralaron al rengo
acorralaron al rengo
acorralaron al rengo
No intentó la más mínima defensa
no arguyó la más mínima disculpa
no le tembló
ni un músculo del alma
no dijo nada
quedó callado
como un horizonte
mirando la laguna
donde los patos
danzaban y brincaban
como un coro de ángeles
desnudos desplumados
y la gaita
sonaba su lamento lejano
lamento de otras tierras
lamento de ciervo moribundo
de niñez torcida
de laberintos afilados por el tiempo
(Ah, las gaitas; aún hoy
Resuenan en mis oídos
con la insistencia de los nomeolvides
y de ciertos lagartos portuarios).
No dijo nada, el rengo.
Dejó caer la noche
y entre los fuegos de artificio
declinantes por puro aburrimiento
se alejó rengueando
como siempre el rengo
se alejó cojeando
hasta casi contento
de que lo hubieran acorralado entre los limoneros:
eran treinta pelucas
nada menos
las que llevaba en el bolsillo.
Y hasta me quedo corto.
Es indispensable la radio, los programas que evidencian la realidad tal como es sin dispositivos escénicos de encubrimiento. Éxito chicos, más allá del Youtube y el político escenario virtual. Siempre verdad es la realidad