SUR, PANDEMIA Y DESPUÉS…

 

Por Rodrigo Aguilar

Dos meses después de la llegada de la pandemia COVID-19 a la Argentina, decir que todo cambio es una obviedad y más que eso, es una facilidad. El asunto transita con mayor interés y curiosidad al preguntarnos las dimensiones, configuraciones, direcciones y contenidos de esos cambios. 

La mundialidad se ha hecho eco en todos nosotros simultáneamente, casi sincronizadamente. El internacionalismo, que en el siglo pasado se constituía en categorías dentro de los discursos políticos; ha atravesado el umbral de todas las conciencias y se tornó parte de la existencia. Según el Papa Francisco una sombra entró a todos los hogares del mundo. Casi de improviso, nuestra pertenencia a una misma especie nos recordó la fragilidad común que, por demasiado tiempo, se escondió detrás de las pertenencias étnicas, tantas veces transformadas en idolatrías hasta perversas de racismo. La aparición simultánea del miedo a la muerte y al dolor movió al mundo humano conjuntamente como quizá nunca antes en su historia. Y nos sacudió internamente ese reconocimiento de la casa común, al mismo tiempo que convirtió al otro en un peligro acechante del virus portador de la tragedia. Sugerente dualidad en oposición que buscará una resultante o síntesis en las relaciones humanas. Todo un terreno para construir y descubrir la revinculación con uno, los vínculos y la generalidad societal, local, nacional y universal incluso. Demasiado, sí, pero cualquier cambio profundo  debe visitar estas cuestiones. 

 La velocidad de avión (horas) que llevo el virus desde China hacia Europa y de ahí a todo el mundo es proporcional al desarrollo avanzado de una estructura de interconexión y globalización (que no fue organizada para la detección y control de ningún virus); y que ha sufrido un impacto que la está reconfigurando. El dilema está en que si, como dicen algunos científicos, este es parte de una serie de los que podríamos llamar virus mundializados; esta reconfiguración incluirá seguramente transformaciones permanentes en el intercambio de personas y relaciones comerciales. Las naciones capaces de adaptar sistemas de turismo, exportación e importación de bienes y servicios, y telecomunicaciones que se adecuen a un nuevo modo de comercio internacional surgido de la pandemia, podrán aminorar la pérdida de millones de empleos que ya está ocurriendo; los pueblos no deberían tardar en superar los miedos y transformarlos en acciones para recuperar los contactos interregionales, nacionales como internacionales, de manera de contar con mecanismos ágiles y flexibles para monitorear y adaptarse rápido a los cambios que protejan la salud de la población al mismo tiempo que permitan los intercambios. 

El detenimiento (inédito) repentino de la economía mundial se produjo por una gigantesca paralización de la actividad industrial y manufacturera; las características de las cuarentenas o aislamientos obligatorios llevaron a que el consumo solo estuvo dado por alimentos y comunicaciones, estas actividades aumentaron su consumo y demanda. La curiosa coincidencia de la guerra de precios del petróleo pre-pandemia y la paralización del consumo de combustible durante el parate dejaron al sector energético malherido y también bajo un proceso de cambio  y que  se acoplará seguramente a la sustitución ya en curso  de las energías fósiles por las no fósiles. 

Esto le da el contexto al macro-modelo argentino de acumulacion para salir de la pandemia, el sector primario de alimentos con una creciente demanda exportadora, el sector comercial y servicios iniciando la recuperación pero muy golpeado (detención del turismo y salida muy lenta del comercio), el sector energético en transformación pero con valores bajos; y la actividad industrial y manufacturera que, casi sin exportar ni importar, se paralizó trágicamente y se recupera muy lentamente con  una demanda mundial prácticamente paralizada. Muchos evalúan las condiciones para un proceso de sustitución de importaciones, la enorme capacidad ociosa industrial y una demanda estimulada por el estado sirven como plataforma, pero el viejo fantasma de la restricción de divisas ronda por ahí ¿Cuáles serán las posibilidades para sustituir importaciones si muchos insumos de capital  se compran en dólares y esta  divisa; escasa por el endeudamiento, fuga  y la dolarización patológica de los actores sociales frente a la incertidumbre;  solo ingresa  por el sector primario controlado por las élites agrarias que especulan constantemente?.?Como direccionar capitales para generar empleo por industrialización?. El mercado de capitales financieros prácticamente se ha apoderado del banco central, impidiendo cualquier movimiento o redireccionamiento de las rentas, bajo el imperio de la ley de entidades financieras que a esta altura parece ya de rango constitucional (ningún gobierno democrático pudo con ella)¿Cómo financiar el desarrollo? 

Son las preguntas de política económica  que debe resolver el gobierno nacional post-pandemia,  fortalecido por la acción preventiva  y unificada  con las provincias que le permitió detener el colapso de un sistema sanitario en el desembarco de la epidemia; pero jaqueado socialmente por la herencia del macrismo que le dejó un estado cómplice y factotum de la desigualdad y la exclusión creciente; al mismo tiempo que de la concentración y fuga de capitales para un grupo de amigos. Las rémoras de esta complicidad se ven en los extraños casos de asistencia salarial durante la emergencia a los gerentes de las mismas empresas fugadoras de riqueza.

“El mercado de capitales financieros prácticamente se ha apoderado del banco central, impidiendo cualquier movimiento o redireccionamiento de las rentas, bajo el imperio de la ley de entidades financieras que a esta altura parece ya de rango constitucional…”

El contexto cultural se da en una estructura oligopólica de poder cuyas “fierros mediáticos” han ocupado el lugar de la “oposición” política para dinamitar cualquier proyecto de redistribución hacia las mayorías, a través de un continuo e incesante trabajo de denigración de la acción política soberana  popular o directamente ya en la participación obscena y abierta para defender  los privilegios. 

Este esquema macro y deforme debe poder, primeramente funcionar de nuevo para estabilizar y direccionar una nave golpeada por la pandemia cuyo trayectoria estaba equivocada e iba en sentido contrario al desarrollo e interés de las mayorías. Un caos recibido el 10 de diciembre. Pero fundamentalmente para poder asumir y transformar el contenido de la estructura social argentina. Una tarea enorme pero urgente. Una sociedad  desigual y excluyente a niveles históricos, una concentración y extranjerización obscena de capital y un mercado laboral paralizado por el el pico de destrucción de empleos de la pandemia, el ataque sobre las condiciones laborales del “teletrabajo” y la amenaza constante de flexibilización solicitada por el poder concentrado local y foráneo. 

El salto hacia la pobreza en la mitad de la población está a la vuelta de la esquina. El abismo está demasiado cerca como para no considerar esta situación ahora. El hambre nunca ha perdonado ni conoce de paz social.

Y aquí, la encrucijada que se produce por la mezcla repentina de complejidades que genera un  “hecho social total” del tamaño de la pandemia. Tamaña situación es tremenda tarea para más que un grupo de líderes políticos. Se ha hecho evidente la existencia de lo que conocemos de forma más cercana como movimiento nacional o similar. Un conjunto de fuerzas sociales nutrido desde las mayorías, desde los trabajadores y trabajadoras, dueños de su fuerza de trabajo material o intelectual, que incluya desde los dueños de los medios de producción creadores de riqueza, hasta las apropiaciones locales de la renta que produce nuestra tierra y nuestro trabajo. Una fuerza social capaz de cristalizar y defender intereses populares en lo que se apresta a constituirse en una grandisima puja de intereses no solo para ver quién asume las pérdidas del crack, sino quien dirige y hacia adonde la reconstrucción productiva y humana de la post-crisis. 

La acción preventiva que señalamos arriba del gobierno nacional en cabeza de Fernandez-Fernandez logro en términos vitales que hasta hoy contemos menos de 1000 muertos, cuando los datos de países similares cercanos o no, superaron las decenas de miles de muertos en menos de 100 días. La crudeza de estas cifras es para referir que esta maniobra otorgó, en este contexto de puja, una  legitimidad a la fuerza política del gobierno nacional. Una conducción bajo una razón de estado, coyuntural, pero persuasión al fin. Este activo propone una posibilidad de una construcción política capaz de dar la batalla. Esta razón de estado ya contó con el acompañamiento de la comunidad para la titánica tarea de: no sólo de ralentizar el contagio (la famosa curva); construir en días (a lo chino) infraestructura sanitaria;enfrentar a  trabajadores cara a cara con el virus, y además el trabajo científico que sigue asombrando y encabezando los procesos de desarrollo humano y material (pese al neoliberalismo que lo toma como objeto de achique cada vez que toma el gobierno). Gran parte de la sociedad asumió una acción soberana y organizada. La corporización de conceptos claves en el ideario de la emancipación, como la comunidad organizada. 

Es por eso que un tema crucial como la negociación de la deuda externa hoy es más que un trámite del ministerio de economía. La participación de todo el gobierno, los gremios, los organismos de crédito y hasta el mismo Papa  en el expediente, demuestran, además de la centralidad de que el estado no deba desangrarse en pagos de usura, la necesidad de contar con financiamiento para el comercio exterior y la reindustrializacion en la etapa que viene. 

“Una fuerza social capaz de cristalizar y defender intereses populares en lo que se apresta a constituirse en una grandisima puja de intereses no solo para ver quién asume las pérdidas del crack, sino quien dirige y hacia adonde la reconstrucción productiva y humana de la post-crisis…” 

Y así con casi todas las cosas importantes. Ya que por la pandemia  hemos descubierto el déficit de hábitat de millones de argentinos, situación negadora de derechos humanos y sociales básicos; la urbanización, titularización  y construcción de las viviendas faltantes no solo impulsaría la industrialización y el empleo, sino que teniendo en cuenta los antecedentes de experiencias (Tupac Amaru y otras) donde se buscaba y se conseguía el acceso a una ciudadanía amplia y social a través del trabajo cooperativo, se pueden disponer de herramientas extraordinarias para la reconstrucción social y la inclusión. En alianza con movimientos sociales, apoyándose en las pymes y cooperativas de mano de obra intensiva. Precisamente otro de los “descubrimientos” de la crisis fue el tamaño de la economía social. Aparecieron las dimensiones reales de estos fenómenos de reproducción de la vida social que van más allá de las relaciones clásicas del capital  y el trabajo, y que emplean o autoemplean a millones de personas. La generación de cobertura social y el impulso a estas áreas debe llegar desde el pequeño rentista hasta economías crecientes de sustentabilidad ecológica incluso como la agricultura familiar y agro ecológica. 

La discusión del trabajo y el salario está arriba de la mesa y no debe ser demorada ni ocultada. El fenómeno de tecnologización que avanza debe ser causa de incremento de la productividad pero no de la destrucción de empleo ni de sus condiciones y derechos conquistados. Es otra tarea conjunta de la sociedad y sus estamentos gremiales y gubernamentales, proteger el trabajo digno, la reconversión sin procesos de desamparo salarial. En esta trama,  aparece como emergencia lo que es una profunda estructura social que viene asomando hace más de una década y se suman cada vez más sociedades y de mayor tamaño: las coberturas universales de ingreso en sus múltiples denominaciones y formas. El piso de ciudadanía. El piso de una casa común. Sostener la vida de los trabajadores en negro, de las mujeres que trabajaron en su hogar, de los jóvenes que el mercado laboral no incluye, es un excelente inversión de las rentabilidades sociales económicas. La economía al servicio del hombre y la mujer y no al revés. Como rezaba la constitución del 49 en su núcleo de valor y por eso fue derogada. 

Es decir que la disputa tiene hacia donde ir, la experiencia de los gobiernos de la primera década del siglo XXI en Latinoamérica, también marcó un sentido, de la emancipación pendiente y reactualizada por nuestros pensadores, los de la periferia; y además esos gobiernos de Lula, Chavez, Kirchner, Correas, Evo Morales, dejaron herramientas políticas y sociales probadas de eficacia en justicia social y soberanía.. Nada empieza de cero, no solo en nuestras propias fuerzas sino también en la de quienes por interés mezquino o por desconocimiento, juegan para concentrar el ingreso y el poder  y conservar las estructuras sociales injustas actuales. La disputa política surgirá de estas luchas que se vertebran alrededor del estado, se disputan los sentidos, las políticas públicas, se disputa todo por que la grieta no es más que la reactualizacion de la puja de intereses histórica que toma nuevas formas por la formas y la acción de los actores.

La organización social resultante se despliega sobre un nuevo plano de realidad, el de las comunicaciones. El salto cuantitativo y cualitativo geométrico que dieron las telecomunicaciones en solo dos meses dinamitaron las categorías de tiempo y espacio de aquí en adelante. Encontrar a los pueblos dentro de esa realidad, es conquistar un nuevo derecho humano, porque el acceso a la educación, el trabajo, la salud, la información, etc  dependen de la conectividad que tengan los pueblos. Algo similar ocurrió cuando se consideraron los servicios públicos derechos humanos y no mercancías. Estas consideraciones jurídicas están en el núcleo del problema social por su posición estratégica para el acceso a una vida digna  y el modo de acumulación y distribución social justo no puede prescindir de estos debates, para asumir colectivamente la propiedad y sobre todo el uso y goce  de estas conquistas tecnológicas del trabajo acumulado por la especie. 

La oportunidad de la crisis siempre reside en la capacidad política de los pueblos para organizar el caos en que suele transformarse la existencia cuando algo o alguien pone en jaque el derecho a la vida y al placer de la existencia conjunta y afectiva. La transformación de nosotros mismos hacia estadios mejores se hace en banda, organizada, en la creatividad y la amplitud que nos da nuestra capacidad de comunicación, de empatía y de crear.  Como lo fue siempre… es política la salida, es inclusiva. Y si, es conflictiva.

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