La larga discusión si fase 1 o no, si la economía o la salud han tapado algunas cosas de fondo que el gobierno provincial no quieren que resalten, invirtiendo fuertes sumas para que los payasos del noticiero de la noche o del programa de interés general de la mañana no digan nada.
El gobierno provincial ha basado su estrategia en la indiferencia sintetizado off de record “muchos se enfermarán, un porcentaje se morirá “y en la responsabilidad individual tan propio del pensamiento conservador del siglo XIX, un insistente discurso respecto a que la decisión de enfermarse es personal. Parece una burla para las y los trabajadores hacinados en colectivos, para que los dueños de las empresas de transporte público las sigan juntando en pala.
Las primeras medidas contra la pandemia fueron a fines de febrero, han pasado casi 7 meses, en ese tiempo el gobierno provincial habría podido montar un hospital del tamaño del actual Lagomaggiore sólo para terapia intensiva, podría haber incorporado médicos y enfermeros jóvenes para empezar a formarlos en atención de pacientes críticos. Probablemente no habrían completado su formación hoy, pero estarían haciendo muchas cosas para ayudar a un paciente que le falta el aire. Esa decisión es política, se gasta un montón de plata en pauta publicitaria para que los medios de comunicación masiva no muestren el desastre que es la salud mendocina, la cual daría muchas más respuestas si esa plata se hubiera invertido en ella. El gobierno no invirtió ni invierte en la ampliación de efectores públicos de salud, los actuales están superados en su capacidad edilicia, humana y de aparatología por lo cual hace al menos un mes que están mandando a los enfermos a su casa y que sea lo que la ventura quiera con su vida.
Las miles de anécdotas respecto a la imposibilidad de conseguir ambulancias o atención médica mínima conforman la tragedia diaria con agravamientos y hasta fallecimientos evitables, que son sólo responsabilidad del poder político provincial.
Desde el otro lado de la calle, el panorama tampoco es muy claro. El miedo y las revoluciones no suelen caminar juntos, desde lo social y personal las sombras de pánico llevan a cerrarse y a la lucha de todes contra todes, para apoderarse de los últimos botes. Los tiempos de la pospandemia, “nueva normalidad” en el discurso conservador, no sólo necesitarán recursos materiales, latiguillo común de nuestros días, sino también sueños y proyectos de nueva sociedad, como casi siempre en la historia la revolución social puede ser la salida que atienda los interés de la mayorías. Revolución social que siempre está por a hacerse y que será muy diferente a cualquier proceso histórico.