CAMBIO DE PANTALLA

La semana que cambio la politica argentina

Por Rodrigo Aguilar 

 

Cuando terminó su acusación y el pedido de condena para Cristina Kirchner, el fiscal Luciani no creía ni cerca que unas horas después, los políticos, colegas, periodistas y cuanto opositor al peronismo anda por ahí; que lo habían prácticamente convertido en héroe nacional por su show mediático para acusar con frases abstractas, figuras disparatadas como la asociación ilícita detrás de un presupuesto nacional y ninguna prueba que sostenga su acusación; lo convertirían en el culpable, listo  para el pronto olvido;  de lo que sería una transformación dramática  y fulminante del escenario político argentino. 

 

Quienes están detrás del locuaz y maquillado para la foto fiscal, habían planificado e imaginado una realidad distinta a lo que vivimos la última semana. La jugada judicial-política-mediática (lawfare) que, idealmente colocaría a CFK en el banquillo de la corrupción para  siempre; salió al revés, se convirtió en una movilización popular  de sectores de las distintas militancias de abajo que están en el kirchnerismo, y en la articulación del  pan-peronismo en sus partes. De pronto, la realidad política cambió, produciendo una situación propicia que necesitaba vitalmente la coalición gobernante, luego de su reconfiguración en el gobierno con la asunción del equipo de Massa en los principales resortes económicos. 

 

Porque hoy podemos ver que a la jugada de cambio de equipo económico, le faltaba un soporte político que sostenga el difícil trance que vive la Argentina por falta de divisas en una economía bimonetaria. Un dispositivo de poder que pueda arribar a la batalla electoral de 2023 en mejores condiciones, al menos en la potencialidad de la construcción de un nuevo proyecto peronista para ofrecer a la sociedad en las próximas elecciones ejecutivas.  Y eso se consigue con las mismas cosas de siempre; conducción política, militancia, estabilidad económica, acompañamiento sindical,  perspectivas de crecimiento. Todo eso al menos se esbozó en estos días.   

 

Tan poco y tanto como eso, porque hasta un tiempo atrás el FDT carecía hasta casi de alma. Con un presidente a veces más canciller que presidente y una economía al comando de los sectores concentrados;  junto a un modelo de transferencia hacia estos últimos desde el esfuerzo de todos los trabajadores (FLACSO lo calcula en 70.000 millones de dólares desde 2015 hasta ahora). Así no había  proyecto político electoral posible y para frenar la caída libre, los actores principales  del FDT organizaron el desembarco de un nuevo equipo económico amigable  con vastos sectores económicos aquí y afuera; una especie de nueva rosca para poder torcer esa realidad económica que proyectaba contiendas electorales demasiado turbulentas y agitadas para quienes ponen en juego sus liderazgos locales.  

 

En esos menesteres estaba ocupado el FDT, cuando el paso en falso del partido judicial, desató la ira de los convencidos de una causa nacional y popular. Pero justamente esto se daría en torno al único y último liderazgo que resistía en la, a veces casi, “retirada anticipada” de un gobierno peronista con más errores que aciertos, condicionado por una pandemia mundial y una  guerra euroasiática de proporciones. Y ese liderazgo de CFK lanzó una sutil convocatoria al peronismo en sus intervenciones, para que entendieran que el ataque era de fondo y contra el movimiento que hace 70 años defiende trabajadores  y es perseguido sistemáticamente por eso. La centralidad de Cristina y la activación de militantes en todo el país, son un combo que produce reacciones, consecuencias, movilizaciones, cambios cualitativos, expectativas nuevas; y de todo eso se nutre un nuevo proyecto peronista de cara al 2023. 

 

En cuanto a la centralidad y/o conducción de CFK, la primera es tan evidente que arrasa y la segunda dependerá de dos cosas : el éxito de estabilización cambiaria y reconfiguración salarial en el corto plazo, y eso es tarea de Massa y el movimiento obrero;  y de la habilidad de Cristina para enhebrar los sectores del campo nacional y popular que se distancian y acercan pendularmente de su figura (movimientos sociales, CGT, gobernadores). No es un dato menor para esta tarea de Cristina, su probable candidatura a presidenta, ya que, unas semanas atrás, daba vueltas el nombre de Massa. Recordemos las recientes polémicas en off cuando se hablaba de la, ahora ya lejana, probable reelección de Alberto Fernandez.  De unir aspiraciones se trata la conducción.

Siguiendo con el armado y la reconfiguración del proyecto peronista, pareciera ser obvia la importancia de algo que  se podía vislumbrar por carencia, por su déficit: : la épica. Maltratada por su aparente inmaterialidad, o por su cariz de aparente “chamullo” que suele adquirir cuando está extraviada;  la épica es el alma de la política, ningún proyecto se despliega sin una dosis considerable de convicciones, creencias, causas e ideas. Las conductas, las acciones, son entonces sustentadas en las diferentes éticas que surgen de una base ética motivacional.  

Y precisamente en el peronismo está épica y esta ética resultante  está construida detrás del bienestar, los deseos, las afectividades, las felicidades, las fiestas y las parrilas de chorizos con su hipnótico humo que trepa las torres de Recoleta. Son esos los motores de creencia que mueven los cuerpos deseantes que deambulan en los espacios públicos haciendo lo mismo que hacen hombres y mujeres desde que bajamos de los árboles: política. Son mitos fundantes del deseo y la felicidad: torpe, innoble e inútil tarea tratar de encerrarlos y evitar que hagan lo que la genética les manda: encontrarse para liberarse de miedos y fantasmas. 

Y si, recién aquí nos encargaremos de la reacción. Porque el que reacciona a algo es anti y si ese algo es al  peronismo es anti peronismo. Esa ética que nació con el peronismo, y ahora queda estupefacta ante la indolencia y la desfachatez con la que el pueblo desea y festeja. Brota el miedo al distinto que invade su ciudadela y deseperadaprimero pega y después propone una negociación que nos pinta el cuadro de escena con la profundidad que solo la cultura popular puede ofrecer: algo asi como “ todo bien si queres estar en la vereda de Cristina con un cartel pero no queremos: batucada, fuegos artificiales y parrillas de chorizos en Recoleta” Sería como amputar la felicidad y sobre todo los cantos de barbarie que acompañan los bombos , los tambores de la barbarie. Y al callar los tambores, pretenden versear desde una racionalidad de orden y progreso y empieza el desfile:  donde uno llena de barrotes, palos y gases la casa de una vicepresidenta para cercarla de… sus seguidores ? Aparece el que tiene el bigote y la pinta de botón más grande de todos y dice : “Son ellos o nosotros”. Sintetiza todo: lo siniestro y lo antiguo. Lo que resulta de la indiferencia de los justos, del discurso falso, la mentira que se esparce, la inocencia de los que no les permiten ver lo que pasa, de los miedos que anulan convicciones. 

Los titeres del poder son los mensajeros de calamidades para convencer al que duda, convencerlo  de su capacidad de vencer al enemigo obrero, peronista, sindicalista, feminista, inmigrante, pobre, kirchnerista, comunista. Derrotar al enemigo interno parece una perversa obsesión que trágicamente  esconde tras su plan político  la desposesión de unos que son mayorías, la desigualdad inédita y la riqueza de pocos, poquísimos que juegan el juego de la democracia con las peores armas, poniendo todo al límite, irresponsablemente al borde de la violencia. Ahora es el turno de  la proscripción. 

Si, tiene razón Cristina: la idea es exterminar al peronismo de una buena vez por todas. Inmejorable posibilidad con un gobierno débil de coalición inestable. Imposibles si las masas y sus mitos se interponen para defender lo suyo, lo que les fuera heredado por el líder Perón, también proscripto, y que fuera recuperado por el pueblo en 2001 a fuerza de calle, otra vez, como ahora,,, otra vez la calle. 

No resulta casual para nada la apelación al peronismo de CFK, el cuadro político más importante del Cono Sur junto a Lula, comprende que solo un movimiento que cree en la realización social  y colectiva como necesaria para lo individual, es capaz de enfrentar desde la comunidad organizada el modelo terminal  de desintegración, desequilibrio y destrucción ambiental que enfrenta la humanidad misma y el planeta.      

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