¿Cuánto duran los ciclos políticos en las democracias que vivimos? Depende de la determinación, influjo y duración que los gobiernos que se construyen como proyectos capaces de conseguir la hegemonía y ponerla en acto, puedan ejercer sobre el resto de los actores del a trama social en la cual se insertan.
Vale esta pregunta porque en los últimos días se han precipitado los acontecimientos en el sistema político mendocino de manera tal que podemos ver en la incomprensión y confusión de muchos, solo el reflejo de la profundidad de los cambios que parecen sobrevenir. Como suele suceder, estos son el resultado de un proceso ya profundo, como cuando la ola revienta, pero vino juntando agua y fuerzas en una dirección determinada.
Pero no escapemos a la pregunta que había que contestar, que es un ciclo político y como cambian. Consiste en la estabilización de el juego de intereses y por supuesto de las acciones destinadas a favorecerlos. Esto es mirarlo desde el punto de vista clasista, puede ser, pero cual sino se aplicaría a gobiernos cuya única motivación ha sido la conservación de un sistema elitista compuesto de varias facciones, pero que todos ellos pertenecen a sectores concentrados o en todo caso a las adyacencias de los mismos. Quizás en el abandono de los intereses mayoritarios o populares está el motor o causa principal de este fin de ciclo que parece avecinarse.
Se agotó por fantasioso y desigual
En Mendoza parece ser que estamos en una presencia de un quiebre proceso político iniciado allá por el 2014 y 2015 cuando la ola opositora al gobierno peronista de CFK y Paco Pérez se montó o aprovechó de las inconsistencias internas y la falta de respuestas a las crisis que el bloque peronista se autoinfligía por esa endogamia internista que suelo devorar a los gobiernos cuando el aislamiento social y el desgaste endogámico del poder los corroe por dentro.. El astuto Cornejo lo vio mucho antes y logro poner en fila los sectores del radicalismo primero y luego a sectores representativos de minorías organizadas por izquierda y por derecha que dieron sustento de ampliación de lo que eran las intendencias radicales hacia una coalición de gobierno supuestamente heterogéneo y diverso, que en la acción de gobierno lo fue muy poco. Lo cierto es que el radicalismo mendocino hegemonizó ese proceso de gobierno en los niveles de conducción oficialista superior, salvo en contadas intendencias (Luján y San Carlos).
Montado incluso antes que Macri en el sistema de endeudamiento en moneda dura, Cornejo logro rápidamente (en 2016) forrar de dólares al gobierno provincial y salir de las asfixias presupuestarias en las que había caído, por impericia y por las desavenencias con CFK, Paco Pérez. Esa tranquilidad fiscal permitió que el gobierno provincial iniciara paralelamente dos tareas que tendrían dispares resultados pero que resultaban fundamentales en la construcción de una ideología social que, enganchada nacionalmente al macrismo pero con sus particularidades, se proponía sostener el proyecto naciente. Por un lado, la silenciosa colonización de la justicia (con la complicidad de sectores de la oposición); y la otra el “lawfare local”, que se asentaba en la primera claro. Esto se transmitió “en vivo” gracias a la colonización de los medios a través de la pauta millonaria que dirigía la pluma o el teclado, los micrófonos y las cámaras de los periodistas que comenzaban a convertirse en los escribas de Cornejo, pero que a diferencia de los escribas antiguos no escriben o hablan fantasías para tranquilizar al poderoso, sino que se ha invertido su función y ahora convencen a los ciudadanos electores de las bondades gubernamentales en el plano de lo imaginario, lo simbólico, de las ideas que deben usar para interpretar lo que pasa.
La realidad material de los mendocinos y mendocinas naufragaba al compás del desastre macrista de recesión, inflación, endeudamiento y pandemia; y la recuperación del crecimiento pero con una redistribución regresiva y desigual de la riqueza a favor de los poderosos en el período Alberto Fernández y su inflación galopante. En esta desordenada realidad que padecían los mendocinos debieron asistir incluso al episodio de la propuesta de desconexión que realizara Cornejo: Mendoza país aparte… afortunadamente no prosperó; sino no, nos hubiéramos perdido la tercera copa del mundo por seguir las delirantes y proimperiales ocurrencias de operadores internacionales y embriagados opinólogos locales.
Pero lo sustancial sin duda es que sistemáticamente una tras otra las situaciones que debía afrontar el gobierno radical eran enfrentadas con artefactos discursivos y nulas acciones o catastróficas (como en cultura) que dejaron al estado provincial al borde del ridículo. Esto se puede verificar claramente en que nada de los beneficios de ese modelo podría significar la proyección del radicalismo mendocino a nivel nacional en la coalición de Juntos x el Cambio. Por el contrario, la vuelta de Cornejo a Mendoza para ser candidato a gobernador expresa el aislamiento nacional y la impotencia de quién fuera presidente nacional del partido y hoy no puede competir siquiera con Gerardo Morales(?) por la candidatura a vicepresidente que mansamente ofrece la UCR al PRO de Macri y Larreta.
Una enumeración por arriba es necesaria para fundamentar las opiniones. Por empezar el PBG o los números económicos macro están intactos, casi la provincia no ha crecido nada en 7 años, si incorporamos el crecimiento vegetativo aparece cono decrecimiento o achicamiento del ingreso por cabeza, es decir, somos más pobres. Las grandes obras públicas escasean y son reemplazadas por bicisendas y la ornamentación urbana con reconstrucción de lo ya reconstruido. La educación se resume en los niños sentados en tachos de pintura porque no hay bancos. La salud se reduce a mantener como sea los hospitales y convertir los centros de salud en oficinas de derivación atendidas por enfermeros, encima todos mal pagos. La caída del salario público y el achicamiento de la planta, lejos de ser la panacea que relatan, es causa de la caída permanente del consumo y del poder adquisitivo de más del 20% de la población activa. Las políticas sociales casi no existen, salvo esfuerzos aislados, tardíos y desconectados; en este rubro la política de vivienda es lenta y regresiva, los asentamientos y el hacinamiento crecen. El trabajo crece mucho menos que en provincias vecinas. Para cerrar decir que la degradación institucional abarca la colonización del poder judicial por el partido oficialista de turno, como la cooptación de los organismos de control reducidas a oficinas validantes de cualquier tropelía gubernamental.
Para mostrar este estilo fallido, vale recordar que mendoza no puede usar aún nada de lo que consiguió en compensación por el juicio de la promoción industrial mal repartida y cuyo juicio le reportó a la provincia más de 1000 millones de dólares que esperan en un asiento bancario mientras Suarez termina de descifrar la encrucijada política de querer hacer un dique propio con agua de Mendoza y de otras provincias. Y la deuda “rolleada” que crece y ya rozan la ilegalidad los instrumentos utilizados para safarla.
Empieza el baile
Seguramente cualquiera pensaría que ante este panorama se constituyó un bloque opositor sólido y compacto con liderazgos y relatos capaces de ofrecer una alternativa de expectativas de cambio y salir de la encerrona en la que cayeron, casi cándidamente, los mendocinos y mendocinas de a pie
Pero no, la principal oposición (el peronismo) eligió un sinuoso camino que oscilo entre espasmódicas apariciones electorales construidas en base al marketing político corto de ideas y el interminable debate en torno a la figura de CFK en la clase media, cosa que ya estaba saldada hace mucho tiempo a favor de Cornejo por su influencia mediática. En esta arena la oposición casi no peleó, casi por el desconocimiento de la idea de que puede existir una comunicación (trascendente en la época actual) capaz de dar batalla cultural. Así, quedaron a “disposición” del maltrato mediático o la invisibilización. ¿El resultado? Elecciones cada vez con menos votos y una fragmentación creciente en un movimiento que hace de la vocación de poder, la unidad y la lealtad un mantra. El peronismo y aliados ocuparon el espacio de primera oposición y conducción municipal de algunos departamentos importantes de la provincia, pero una casi nula vocación de poder expresada en un discurso y liderazgo opositor que ni siquiera se probó como tal.
Prefirió deambular por enojos actuados y sinceros también ¿por qué no?; por un proceso de “buenos acuerdos” con gobierno y municipios radicales que en el caso de que estuvieran minados de buenas intenciones (dudoso), no tuvieron ningún efecto en la representación del peronismo de las mayorías. El otro caso es la duda y la indecisión eterna que canso a mucha gente sobre las decisiones y proyecciones de los intendentes peronistas para un proyecto de poder provincial. Ideas y discursos nacidos en las gestiones departamentales más o menos elaborados pero que se abortaron casi al nacer, cuando no quedan desdibujados por la propia indecisión permanente. A la política hay que salirle al cruce, idea que el chueco Mazzón practicaba permanentemente, pero parece que no fue aprehendida para convertirse en conducta por las dirigencias posteriores.
Entonces, el vacío no existe en la política, la materia repele al vacío; la política grande, la gran historia no soporta al poder sin resistencia. Esa resistencia se dispersó, se fragmentó y se concentró por momentos. Las micro resistencias de algunos sectores políticos y sociales intentaron resistir esta hegemonía con suerte dispar en el Gran Mendoza, los intendentes peronistas mantuvieron con ajustadas diferencias los gobiernos locales y conquistaron algunos menores (Santa Rosa, La Paz). La resistencia en grande pasaría por los grupos sociales sin identidades partidarias pero que toman de las luchas de la “nuevas agendas” su razón de ser o mejor de resistir. La “guerra del agua”, cuando se inició el gobierno del anodino Suarez en 2019 sería ganada con trascendencia nacional e internacional por las asambleas del agua, acompañadas por sectores productivos agrícolas y ciudades enteras del interior mendocino. Esa derrota marcó el destino de impotencia del gobierno de Suarez. Que también tendría que enfrentar a las mujeres mendocinas cuando salieron a tomar la ciudad de Mendoza cuando el femicidio de una niña no pudo ser evitado por la policía pese a haber sido avisada por un vecino antes que ocurriera. El tercer caso es la movilización histórica de las docentes mendocinas cuando hartas del desprecio salarial decidieron concurrir masivamente a manifestarse para cambiar la idea de un gobierno que durante el año 2020 (plena pandemia) con una inflación del 50 % les había aumentado el sueldo en …0%, al igual que al resto de empleados estatales.
Desde el sistema político, alguien tenía que intentar capitalizar este desgaste de una administración fallida y confrontativa con los sectores populares mendocinos. Paradójicamente el intento más serio de hacerlo proviene de un conservador, De Marchi (ex intendente de Luján), de quién incluso se podría decir es un emergente de esa élite que acompañó a Cornejo todos estos años. Alguien que cansado de la parálisis de los dinosaurios del partido demócrata (colaboradores de la dictadura), se acercó a los “nuevos aires” macristas de 2016 y se sumo a la coalición Cambiante del presidente reposera que fugó junto a su gavilla 20.000 millones de dólares tomados como deuda del FMI.
De Marchi intentó en 2019, “por adentro” pero la maquinaria oficial de la UCR lo deglutió fácilmente, aunque logró poner un delfín como intendente de Luján. Entonces comprendió que no podía disputar mucho más las preferencias de la élite y las de los aspiracionistas de la misma (la clase media que sueña con la visita mensual a la Arístides Villanueva mientras aplaude los desaguisados oficiales y realimenta su rencor antiperonista con la prédica de los troll-periodistas que libremente cultivan los medios empresarios). Conquistar a las mayorías en esta Mendoza colonizada por el pensamiento anti kirchnerista que campea en los medios, implica tener esa identidad, y a De Marchi eso le sobra, pero no alcanza con eso.
Se dio cuenta de que tenía que ser opositor a las políticas principales del gobierno radical y lo puso en marcha. Entendió que debía expresar las quejas solitarias de grandes grupos de la población y al mismo tiempo frenar la voracidad de colonización institucional que conducía a un delirante régimen de casi partido único o suma de poder público que implicaban las propuestas de reforma constitucional o de un nuevo sistema político que el radicalismo propuso y no pudo conseguir. En las demandas populares llegó a empatizar públicamente con los dirigentes gremiales educativos (claramente kirchneristas) para apoyar su justo reclamo, desnudó las débiles políticas de vivienda que hemos mencionado y así muchas posiciones públicas más que lograron, no solo mantener los niveles de representatividad que poseía, sino ampliarlos hacia sectores ciudadanos que transitan la política mendocina padeciendo el hartazgo del ciclo cornejista.
Sin duda que el gran dilema es dilucidar, detrás de tanta pendularidad demostrada, que pondrá en juego a la hora de tomar decisiones y mediar entre intereses si le toca gobernar Mendoza. El redactor se anima a presagiar que si a De Marchi se lo interpela desde lo personal su preferencia por el neoliberalismo lo conduce, pero difícil es pronosticar como resolverá en caso que encabece una coalición con pesos internos fuertes de expresiones más cercanas a los intereses populares que a los concentrados.
Pero esa futurología solo es trascendente para quienes miran la política desde conservadoras mirillas estrechas de izquierda o derecha, quienes ya alardean morir con las botas ideológicas puestas y clavadas en la parte de la historia que quizás los tape luego de aferrarse al testimonialismo estéril. Muy lejano a, por ejemplo, quienes hacen del materialismo filosófico un hábito de conducta política que les permite cabalgar la historia. Por ejemplo el creador del peronismo, Perón, quién magistralmente definía el arte de la conducción y su pendularidad ideológica con las metafóricas imágenes de un ave que necesitaba las dos alas para volar, la izquierda y la derecha, una servía para golpear cuando era necesario y la otra para negociar luego de la pelea. Lo que imprescindible era la unidad bajo la conducción, valor que escasea en el peronismo mendocino fragmentado hasta el paroxismo (con sólo mirar el tropel de candidatos que se anotan por departamento verificamos esto).
Fundamentalmente De Marchi debe resolver, o mejor dicho realizar una maniobra política de calidad y digamos en la que no se le conoce experiencia. Conformar un frente con tonalidades s que pueden ser contrapuestas e incluso sino se manejan bien, ser la causa de un fracaso. Por un lado, incorporar un institucionalismo que aporte imagen de territorialidad, solvencia de administración y estabilidad política y en eso los intendentes peronistas y legisladores locales y nacionales son los principales candidatos a sumar ese valor. Por otro lado, debe incorporar la renovación, la frescura y el ímpetu de quienes expresan las nuevas agendas sociales, tanto sean los espacios políticos de minorías electorales, como los dirigentes locales y movimientos sociales que “arrastran” representaciones menores. Todo esto deberán hacerlo sin desdibujar sus identidades que serán puestas en duda con ataques de uno y otro lado de “la grieta” que por supuesto prefiere conservar la situación actual que tantos beneficios le ha traído a un lado y al otro del río Mendoza.
El otro escenario de arena que se debate hoy es que el desprendimiento de De Marchi se produzca sin el acompañamiento de los intendentes peronistas y estos se configuren en un (ahora si) espacio de candidaturas que primero quiebre al peronismo que maneja la representación oficial del PJ, y luego “pase por el medio” de la división de Cambiemos. Se la conoce como la teoría de los tres tercios y la dificultad que presenta es quizás los propios traumas internos que arrastra el peronismo para ser opción de poder nuevamente en Mendoza. Valgan como ejemplo los casos, ya ocurridos, donde el que pierde la interna luego cascotea el barco del que gana para evitar que gane.
Cualquiera de estas opciones de cambio puede presentar un escenario competitivo para quebrar la hegemonía radical, porque podrían interpretar y ejecutar las partituras de lo que parece ser el espíritu o la idea madre que cunde en gran parte de la población en Mendoza.
El fin de un ciclo agotado, transformado por el anhelo y la voluntad de cambio.
Rodrigo Aguilar
Sociólogo
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