BUSCAR A PERÓN

En el LEGADO DE PERON, a 50 años de su paso a la nmortalidad, Rodrigo Aguilar nos deja algunas miradas para el debate.

Medio siglo en términos de la historia de las cosas es prácticamente nada; o puede significar mucho si hablamos de la historia de las personas, de nosotros mismos, de nuestra tierra y de la sociedad que nos creó, de la patria incluso.

Eso pasa con los 50 años de la partida de Juan Perón, porque esa figura histórica representa la expresión de un momento de génesis en la vida de las mayorías populares en la Argentina. La sociedad en que vivimos es el resultado de la transformación ocurrida durante el período histórico que protagonizó Perón junto a todos aquellos y aquellas que se sumaron para constituirse en un verdadero “pueblo en acción”; en busca de desatar las ataduras de la dominación local y extranjera, en busca de liberar las fuerzas vitales de esa masa sustancial que tomara conciencia como trabajadora la mítica tarde del 17 de octubre de 1945, y luego desplegara su acción revolucionaria en los tres momentos donde Perón condujo este proceso.

Y entonces ¿Qué hace Milei aplicando el anarco-colonialismo a esa sociedad virtuosa que supimos conseguir?  

Es una nueva etapa de la reacción a esa revolución, o es la contrarrevolución si se quiere. Al avance popular le sobrevino una defensa conservadora de las élites locales e internacionales desde la dictadura hasta ahora, con el intervalo de una nueva intervención peronista en la etapa conducida por el kirchnerismo.

La errática política de defensa del bolsillo popular del último gobierno peronista le permitió al poder concentrado local la oportunidad de retomar el poder tras ganar una elección presidencial con el apoyo de sectores populares que; decepcionados, encontraron en el personaje mediático de Milei una falsa nueva esperanza. Cuya gestión poco a poco va desnudando la realidad de unas “ideas” que no funcionan; sino más bien todo lo contrario, llevando la pobreza, el desempleo y la destrucción de la riqueza a todos lados. 

El dilema que enfrentamos los peronistas hoy es que, el declive de la estelaridad de Milei, nos encuentra todavía enfrascados en disputas cortas que no importan a nadie y que alejan más que reconstruyen el vínculo entre el peronismo y el pueblo.  

¿Qué hacemos con Perón entonces?

En la originalidad propia del peronismo; que construyó una realidad acorde a la propia idiosincrasia local en oposición a las fórmulas importadas por los imperialismos ideológicos de entonces; podemos encontrar una clave para reconstruir y proyectar hacia la sociedad demandante, un proyecto integral en tanto pueda abarcar los fenómenos sociales en su particularidad y en su articulación general.

De nada sirve una investigación arqueológica y nostálgica que recuerde los años dorados y los evoque poéticamente, mientras da la espalda a la venta del país y la expansión de la miseria. La política es futuro y para intervenirlo a favor de todos, el peronismo de Perón construyó una manera de resolver estas cuestiones; una filosofía política en tanto capacidad de reflexionar los hechos y los sistemas sociales para usar esas ideas en una praxis del poder que desarrolle a una comunidad de todos, donde cada uno pueda realizarse.

Nos interesan las distintas ideas que el peronismo fue dejando para pensarnos en un presente que, aparenta una velocidad de estímulos apabullante; pero esconde y tapa la vieja y conocida explotación del hombre por el hombre que va llevando los niveles de desigualdad y concentración a niveles nunca vistos.

En tiempos donde la tecnología digital se ha montado al capitalismo transnacional y financiero para fragmentar y  dominar la experiencia humana, el profundo humanismo que la doctrina de Perón dejó es la guía para re conectarnos entre nosotros, repolitizarnos a través de la escucha y la posibilidad de privilegiar la vida en sociedad como única experiencia vital posible fuera de las burbujas de alienación que propone el poder como continuidad de la sacralización de la propiedad privada y la destrucción de la igualdad.

En términos políticos generales, recordar el lugar que Perón otorgara a la independencia económica y su trayectoria en la geopolítica es fundamental para comprender los cambios de un mundo que sigue su tránsito hacia la multipolaridad y la distribución del poder único que pretendió monopolizar EEUU tras la caída del muro de Berlín y el ya antiguo colapso del bloque socialista (cosa que de paso Milei ni se enteró parece).

 En este sentido, revisar cuanto antes la cuestión de las estrategias regionales de Latinoamérica y BRICS es una tarea prioritaria para el peronismo para poder concretar el ingreso de nuestro país que Milei malograra, y reconstruir rápidamente el liderazgo en el cono sur mediante la convergencia con los movimientos políticos gobernantes del tipo Brasil, México y Colombia.

En este sentido la vuelta hacia los nacionalismos que se ve por todos lados es una oportunidad única para reindustrializar el país, crear el valor, apropiarse de él en los sectores en los cuales la Argentina tiene oportunidades únicas. Este camino constituye quizás la única posibilidad de recuperar las divisas al mismo tiempo de crear trabajo; ya sí transitar una salida del endeudamiento monstruoso, base de nuestra dependencia y causa de nuestra permanente inestabilidad cambiaria que, junto a la puja distributiva; empujan la inflación crónica que pega más, mientras más empobrece a la población.

Asimismo, la soberanía política es defender el estado en su capacidad y posibilidad regulatoria de los procesos económicos y culturales para distribuir localmente el máximo de renta generada por los bienes, recursos y las relaciones de producción en cada punto del país donde se genere valor. Y también es sostener y ampliar eficazmente la capacidad planificadora del desarrollo de las fuerzas productivas y reproductivas de todos los argentinos; contrariamente a los impulsos destructivos que sobre esta soberanía impulsa el liberalismo colonial.  

Una visión   de la justicia social como parte del vínculo necesario entre las personas para evitar que los impulsos mas gregarios e instintivos negativos como la crueldad o el odio se apoderen de nuestras relaciones sociales llevándolas a la degradación continua que toca limites inhumanos cotidianamente. Por eso la justicia social debe reparar derechos  para construir un piso de ciudadanía y promover derechos bajo la movilidad social ascendente, defendiendo y fortaleciendo sus instituciones frente al ataque neoliberal.

Es muy importante articular la idea de la justicia social con el principio de praxis social de que nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza.  Porque implica la comprensión del proceso de inclusión urgente que es necesario activar para alejarnos de la sociedad dual o más fragmentada incluso y desigual, que se propone mediante el aparato cultural hegemónico. A la vez que rescata la agencia o acción humana de cada uno que es el deber social individual de producir al menos lo que se consume.

En este punto deberemos detenernos una y otra vez para rescatar la capacidad sintética y superadora que posee aquí el pensamiento de Perón para debatir con los modelos individualista y colectivista respectivamente, que al formar un para antagónico y excluyente el uno del otro, “eliminan” al otro sin poder encontrar una síntesis justicialista.  

Si entonces el asunto pasa por rescatar la vigencia de unas ideas que se conformaron como doctrina incluso para su trascendencia, en la cuestión ambiental y la relación social tecnológica vamos a recoger la visión anticipatoria del peronismo para poder construir las herramientas políticas acordes al tamaño de semejantes cuestiones y su impacto profundo en la actualidad.

En la cuestión ambiental es providencial en todos los términos que se quiera, la resignificación de la “casa común” que hiciera el Papa Francisco en laudato si ; a lo que Perón definiera como  “la marcha suicida de la humanidad través de la contaminación” se le enfrenta una voluntad peronista de hermanar a la naturaleza con los hombres y mujeres y salir de la objetivación utilitaria que desprecia y desoye la vida dejando el daño ambiental como herencia para el futuro, con el pretexto de no encarecer la productividad con los cuidados ambientales suficientes.

Las subjetividades humanas se encuentran bajo un continuo proceso de apropiamiento que se ha realizado mediante el capitalismo tecnológico digital, cuyo vehículo típico es el pequeño ordenador con pantalla antiguamente conocido como teléfono celular que portamos en nuestras manos. En él, de acuerdo a la estructura construida por estas empresas, generamos los datos y nuestras huellas; y se usan como insumo para el negocio millonario de la publicidad, la transferencia de valores mediante la especulación y el juego de azar, la manipulación de los procesos políticos, etc.

Este conjunto de funciones podemos englobarlas en una pérdida de soberanía individual y colectiva pavorosa y una transferencia de riqueza hacia las corporaciones transnacionales. Por eso mismo recordar que la tecnología debe usarse al servicio del hombre y no viceversa es el principio de una reconstrucción de una nueva soberanía democrática digital que, muy lejos de despreciar la tecnología, revierta el proceso de control sobre todos los componentes que integran estas rutas de datos. Hablamos de centros de datos, sistemas de conectividad, códigos que los componen.

En suma, todo el conocimiento debe ser desplegado y puesto en función popular de manera organizada para lograr un nuevo esquema que descubra en términos históricos una nueva etapa de la comunidad organizada. Que disponga el adelanto tecnológico universal junto con la fraternidad humanista como medios para lograr la felicidad de pueblo y la grandeza de nuestra nación.

Rodrigo Aguilar

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