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EDUCAR EN TIEMPOS LÍQUIDOS

Por Cintia Gallardo Accardi

Docente

 

  

Soy docente. Pero antes que eso, soy mujer, soy madre, soy parte de una sociedad que cambia a una velocidad vertiginosa, donde todo parece ser efímero, inestable, líquido. En este contexto, enseñar ya no es transmitir contenidos que caducan, sino acompañar procesos de vida, sostener vínculos y alimentar preguntas.
La escuela ya no es solo un espacio de instrucción, sino un refugio. Un lugar donde los y las jóvenes llegan cargados de historias, miedos, incertidumbres. En especial, aquellos que vienen desde los márgenes, desde territorios donde la supervivencia se vuelve el eje de cada día. Como las mujeres que sostienen la economía popular, también nosotros, los educadores, sostenemos silenciosamente una parte del país.
Educar hoy es abrazar la complejidad. Es comprender que no todos los estudiantes tienen el mismo punto de partida, que muchos llegan al aula con hambre, con dolor, con ausencias. Que otros no ven en la escuela una promesa, porque la vida ya les enseñó a no esperar demasiado. Y sin embargo, ahí estamos. Con la voz, con el cuerpo, con el corazón.
La escuela debe ser un espacio de transformación, no de reproducción de desigualdades. Debe mirar a cada sujeto en su singularidad, debe romper con estructuras obsoletas que excluyen, que etiquetan, que clasifican. Porque educar también es un acto político.
Me pregunto muchas veces si estamos preparados para formar a nuestros estudiantes en este mundo líquido del que hablaba Bauman. Un mundo donde ya no hay certezas, donde el saber técnico envejece en meses, donde la inteligencia emocional vale más que mil fórmulas.
Quizás no se trata de estar “preparados”, sino de estar presentes. De no soltarles la mano. De ayudarles a encontrar una voz propia en medio del ruido. De enseñarles a resistir, a pensar, a sentir, a construir. Como tantas mujeres anónimas que todos los días reinventan el mundo desde lo invisible.
 
 

Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar, Nada la hace recular Ni las fantasmas lo espantan; Y dende que todos cantan Yo también quiero cantar.

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