ESCRIBIENTES

HOSPITALIDAD, DIVINO TESORO

Por Mariela Gelman

Socióloga 

La sabiduría nos es más necesaria precisamente

cuando menos creemos en ella.

(Hans Jonas, 1969, p. 55).

Diáspora, hoy y siempre

Quizás este momento de la historia de la humanidad sea el de mayores desplazamientos territoriales. Sin ser nómades vivimos moviéndonos todos, mucho, todo el tiempo. Por razones laborales, por aglomeración habitacional, por migraciones forzosas (las de siempre) producto de guerras o crisis económicas y (las nuevas) por emergencias climáticas permanentes. Además, nos movemos mucho por cuestiones que giran en torno al modo de consumo actual: turismo todo el año para los sectores sociales que pueden desplazarse y consumir en el mundo entero, negocios, empresas que se desplazan. Todo este hormigueo humano constante se debe, en gran parte, a que disponemos de los medios de transporte para hacerlo como nunca antes hubo: aviones, vuelos baratos, trenes de máxima velocidad, cruceros que dan la vuelta al mundo y cuanta cosa lujosa desconocida que se nos pueda ocurrir. Sin embargo, salvo que sea rentada (al estilo “The White Lotus[1]”), parece que fuéramos menos hospitalarios que nunca antes.

Hospitalidad

Llegué al concepto de hospitalidad por el sentido inverso, venía pensando en la hostilidad. Que hostil está todo, que ganas que tenemos todos de hacerle sentir al que está al lado un permanente rigor. Entonces empecé a pensar en el origen de la palabra y su relación con la palabra hospital: hospital proviene del latín hospes, que significa extraño o extranjero, y por lo tanto, huésped. Otro sustantivo derivado de este, hospitium, pasó a significar hospitalidad, es decir, la relación entre huésped y albergue, hospitalidad, amabilidad y recepción hospitalaria. En resumen, el origen de la palabra “hospital” se encuentra en la idea de un lugar de acogida y cuidado para los forasteros, que con el tiempo evolucionó para referirse específicamente a establecimientos dedicados a la atención de enfermos. Después recordé que, como casi todo, ya alguien lo pensó y lo escribió mejor que uno; entonces me puse a buscar algunas cosas de Derrida[2] que ha escrito sesudamente sobre este asunto.

Para empezar, es un concepto que puede ser muy útil en sentido ético y político. Para Jaqcues Derrida (2000) existe un deber incondicionado de hospitalidad, esta convicción ética supone una “negociación entre lo incondicional y lo condicional, entre lo absoluto y lo relativo, entre lo universal y lo particular”. Por un lado, debe existir como imperativo universal que hace posible la obligación de la hospitalidad; pero, por otro lado, tiene que tener algún tipo de limitación para que pueda existir un orden que la haga posible. No hay derivación entre esos dos regímenes, el incondicional —ético— y el condicional —polí­tico[3]—. Esta construcción que hace Derrida de la hospitalidad es “prima” de la propuesta de Hans Jonas (1969) sobre una ética de largo alcance, son reflexiones teóricas y éticas para pensar una humanidad posible ahora y para el futuro.  Supone un otro, desconocido, extraño, lejano que llega e irrumpe. Una política no del que está pre­sente, sino del que viene. Una política del porvenir. Como indica Herrero “se debe acoger al otro antes de preguntarle por su nombre, antes de saber quién es y cómo piensa, antes de cual­quier pregunta. La autenticidad de mi disposición hospitalaria exige que ese otro pueda ser cualquiera” (2018). Es la expresión más profunda e íntima de solidaridad entre los hombres. Por ello, quizás, tiene una importante presencia en las sagradas escrituras y en la literatura. Por ejemplo, en el libro de las Maravillas de Marco Polo uno de los ejes siempre presentes para contar sobre los pueblos y culturas que conoce en su travesía es describir cuál es el trato que le dan a los viajeros, cuáles son sus costumbres para con los forasteros. O en el libro Los Miserables, de Víctor Hugo, gran parte gira en torno a las formas de Monseñor Myriel de tener siempre su hogar abierto “- ¡Ah, señor cura! –exclamó el hombre-. Tenía hambre al entrar aquí, pero usted es tan bueno, que ahora ya no sé lo que tengo; el hambre se me ha pasado”. Es la reflexión de un ex presidiario que no encuentra trato humano en todo un pueblo, hasta que la hospitalidad de Monseñor Bienvenu (como el pueblo lo llamaba cariñosamente) logra aliviar su hambre de cuerpo y alma.

Pero, una vez más, como ya todo está dicho y mejor hecho por otros, la Biblia el Corán y la Torah toman con importancia el sentido de la hospitalidad en sus escrituras. Para la perspectiva mesiánica, implica estar a la espera del otro de un modo distendido en el tiempo, es decir, siempre hay un otro que no ha llegado. Es una experiencia sagrada:

Abraham es la figura del absoluto huésped (hôte), en la medida en que su existencia consiste en una peregrinación sin final. Pero, además, como señala el Génesis 18,1-33, Abraham recibe a Dios como a un visitante inespe­rado que irrumpe como una aparición[4]’.

Cuando Derrida plantea la cuestión de la incondicionalidad y lo condicional refiere (o creo que en parte refiere) a que ser incondicionalmente hospitalarios pone en peligro el espacio de convivencia que hace posible esa hospitalidad (la familia, el Estado, la soberanía, la casa, la propiedad, etc.). Es por ello, en parte, que debe primar cierta limitación (que es contradictoria con el principio absoluto e incondicional de hospitalidad) para poder pensar esta relación no entre dos individuos si no en algún tipo de forma comunitaria que la organiza. ¿Somos capaces de construir tal forma de organización?

Un tiempo liminal

La liminalidad[5] (del latín limes, “límite”, “frontera” o “umbral”) significa no estar en un sitio (físico o mental) ni en otro. Es estar en un umbral, entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar. La enfermedad, la adolescencia, el duermevela o la locura transitoria son estados liminales. Sobre nuestro tiempo liminal explica García Linera[6],

Es como si el sentido de la historia hubiese colapsado ante la inmediatez de un mundo sin dirección compartida del porvenir. El «espíritu de la época» se ha desvanecido ante una aleatoriedad del presente atrapado por el miedo de unos, el vacío de otros y la angurria desbocada e inmediatista de pocos[7].

El recuento de cómo llegamos a donde estamos que hace este brillante referente político e intelectual que parió Bolivia, no tiene el menor desperdicio y no lo quiero repetir porque lo mejor es leerlo y escucharlo a él. Sin embargo, hay para mí, 3 halos de luz de esa entrevista que quiero rescatar y entronar. García Linera habla de salir de la parálisis cognitiva en la que estamos sumergidos los populismos después de las palizas de la última década, habla de lo aburrido que es para él intentar lidiar entre los líderes de su país (se refiere a Evo y su sucesor) y habla de la necesidad de que a un líder carismático (Lula, Cristina, Evo, López Obrador, Correa) los suceda un líder rutinario. Escucharlo es vivificante porque logra hallar señales que guíen el camino del pensamiento y del obrar político. Lo hace sin grandes pretensiones, sin impostar y con un grado de honestidad que trasunta en sus gestos de emoción cuando habla del dolor que le produce ver como las rencillas internas nos van dejando cada vez más vulnerables. Es la paradoja de ese líder carismático lograr una sucesión a través de lo que él llama líder rutinario (de transición) que es sostenido por el líder carismático pero que ya no puede ser el mismo. El ejemplo a seguir (hasta ahora) parece ser AMLO y Claudia Sheinbaum, mientras que Evo y Rodríguez o Cristina y Axel serían los ejemplos de la incapacidad de ese traspaso.

¿Cómo caracterizar este tiempo histórico tan confuso? Precisamente por la ausencia de características aglutinadoras, por la muerte de los espacios de expectativas colectivas de mediano y largo plazo. Llamaremos entonces época liminal a estos momentos en que las sociedades entran a un umbral histórico, a un pórtico que separa un tiempo histórico cansado, meramente inercial, que deambula como un zombi, de un nuevo tiempo histórico que aún no llega, que tampoco se anuncia, que no se sabe cómo será, pero que todos esperan que algún rato llegue.

Creo en aquello que señala el epistemólogo Jean Piaget “uno no sabe lo que ve, sino que ve lo que sabe”, es decir, vivimos hace unos cuántos años en este tiempo liminal que bien describe A. García Linera sin saber hasta qué punto estábamos allí. En ese periodo previo de disputa de sentido y de modelos en pugna, nosotros (y me refiero a nosotros como realidad local, como país), dimos la batalla en los términos históricos que conocíamos: peronismo-antiperonismo/modelo nacional-modelo extranjerizante. Nos aferramos a nuestros núcleos de sentido para dar esa pelea, mientras que la arena de esa batalla era una arena movediza y nueva. Cuando Milei le dio materialidad a ese cuerpo social que estaba descuartizado pudimos ver lo que no sabíamos. Ahora tenemos este Frankestein hecho de pedazos de nuestro tejido social, todo roto y mal enmendado que se corporizó en una voz que logró interpelarlos. Esta forma discursiva, muy al contrario de la nuestra, se erigió como una VOZ en mayúsculas (la voz que nos llama al estilo althusseriano[8]). Es una voz que habla desde el convencimiento totalizante de tener una misión y una visión. No titubea, no busca agradar ni acoger, sino que su llamado logra “llamar” porque tiene la seducción[9] de la palabra de quién habla convencido. Dice A. García Linera en la entrevista “Un gobierno debe intentar hablar a todos, aunque privilegie a pocos”, una máxima básica de los principios gramscianos y la construcción de hegemonía. Entonces me pregunto ¿será que nos convertimos en una minoría? Rehago la pregunta: ¿Será que nuestras tolerancias morales de la última década nos metamorfosearon a primera minoría? ¿Podíamos hacer algo frente a las violentas trasformaciones de la estructura social argentina? Una de las características de los últimos 15 años es la asombrosa modificación de las relaciones laborales. En un capitalismo con crisis cada vez más intensas, que se sacude como una bestia inquieta los tímidos límites que el siglo 20 le puso a su voracidad (entre ellas la democracia), las reglas del sistema laboral vienen colapsando sin pausa y con prisa. Así fue, que siendo gobierno fuimos testigos (como gestores, sindicatos, militantes y votantes del peronismo) de un estado contratando sin condiciones laborales, a la universidad incluyendo falsos monotibrutistas que en realidad tienen el peso de la relación de dependencia sin ningún beneficio y así variopintos ejemplos que hacen también al tan nombrado “revisionismo” que debemos hacer. 

Severidad y misericordia

El artista plástico D. Santoro suele hablar de estas dos características estructurantes al peronismo: severidad y misericordia; y la dificultad de mantenerlas en equilibro. Cuando alguna de las dos invade a la otra se suceden nefastos gobiernos dirigidos por el peronismo. Qué bonito concepto, bíblico también, el de ser misericordioso. En hebreo se dice rachamim, proviene de la raíz de la palabra que significa “útero” y se puede traducir como “útero-amor”, engendra una escala de sentimientos que incluye la bondad, la ternura, la paciencia y la comprensión. En la acción hospitalaria como en la del sacrificio (por ejemplo, las prácticas ceremoniales de las culturas andinas) se le entrega al otro –extranjero, D’os, viajero, etc.- lo más valioso que se guarda. El mejor vino, el ganado, los tejidos, a veces hasta las vidas humanas, se entregan en sacrificio para sostener los deberes sagrados para el bien común o la protección divina. ¿Qué deberemos entregar para volver a nosotros mismos? Algo de esta respuesta se viene esbozando entre nosotros, en los planteos del último tiempo de cuál ha sido y como podría ser nuestra relación con la iglesia, cuál ha sido y cómo podría ser nuestra relación con el progresismo universitario, cuál ha sido y cómo podría ser nuestra relación con las minorías disidentes. Quizás también cabe ahora preguntarnos cuál es nuestra relación con lo que parece ser una mayoría: aquellos sectores que quedaron por fuera de las relaciones laborales que ha sabido “administrar” el peronismo, cuál es nuestra relación con quienes no se preguntan por qué las cosas son como son y cómo pueden modificarse, o se lo preguntan y entienden que es la figura de Milei el líder que los guiará a salir de las incomodidades de su vida actual. Algo perdimos en el camino de estas dos décadas, o al revés, ganamos muchas cosas, pero en ello perdimos cierto sentido profundo de nuestro propósito, de nuestro “sentido[10]” de ser. En ese desgranamiento fuimos perdiendo algunas capacidades cognitivas para imaginar, crear e interpelar políticamente. Y, entre otras cosas, desvanecido nuestro sentido del humor y del amor, nos pusimos rígidos, sectarios y hostiles también entre nosotros.

Estamos sufriendo sin poder encontrar un propósito, un sentido que nos guíe a la organización subjetiva y colectiva que nos permita salir de este lío. Hay resplandores, algunas luces, pero intermitentes. Como ya he dicho, al ser una pesimista farsante, siempre llego a la conclusión de que es el amor al prójimo lo que nos va a salvar. No la tecnología, no una crisis o el caos ajeno, sino el amor entre nosotros. En ello, la hospitalidad, de corazón y no de forma, es un deber sagrado. La época que transitamos requiere de nuestro deber hospitalario. La hospitalidad de Abraham señala el deber sagrado a las tres religiones monoteístas de las que él es patriarca. En la tolerancia a la disidencia religiosa, y a toda forma de otredad, hay un lugar para investigar y pensar acerca de cómo nos volvimos tan hostiles y cómo salir de aquí.

El dibujo que está arriba, lo hizo mi hija. Le pedí que dibujara que sentía ella que es la hospitalidad. Me dijo lo siguiente: “dibujé un mundo de colores, donde estás vos mamá abriendo la puerta a una persona que viene a pedir y le das un remedio que se llama ‘si si’”. Que gran remedio sería… una humanidad que abre la puerta y le ofrece al extraño ‘sí, sí’.

“Tu casa debe estar abierta de par en par,

y debes tratar a los pobres como a miembros de tu familia[11].”

[1] The White Lotus es una serie de televisión antológica de comedia dramática y satírica estadounidense creada, escrita y dirigida por Mike White.

[2] Derrida desarrolla sus ideas sobre la hospitalidad de modo monográfico inicialmente en los seminarios en L’École des Hautes Études entre los años 1995-1997.

[4] En Herrero, M. (2018).

[5] El concepto de liminalidad es una noción desarrollada en el libro Ritos de paso, de Arnold Van Gennep, tomada posteriormente por Victor Turner, y que alude al estado de apertura y ambigüedad que caracteriza a la fase intermedia de un espacio-tiempo. 

[6] Entrevista a García Linera https://www.youtube.com/watch?v=QNunT5FyTyc

[7] https://jacobinlat.com/2021/01/tiempo-historico-liminal/

[8] L. Althusser (1988) Ideología y aparatos ideológicos del Estado.

[9] Algo dice sobre esto J. Aleman cuando habla de la erotización que hay en la palabra de Cristina y de Milei, mientras que escucharlo a hablar a Axel es aburrido.

[10] En la acepción que le otorga V. Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido” (1946).

[11]Pirkei Avot, es parte de la literatura ética judía didáctica. A veces se le da el nombre de Ética de los Padres 

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